El Aprendizaje Cooperativo en el aula
¿Cómo podemos crear un espacio de colaboración con los estudiantes?
PEDAGOGÍA Y DIDÁCTICA
Hugo Trejo
3/10/20258 min leer
El aprendizaje en el aula en muchas ocasiones se reduce a la transmisión de conocimientos o información por parte del docente hacia sus estudiantes. Todavía en la época actual existen contextos en donde los discentes reciben de manera directa la información y poco interactúan para discutir o generar aprendizajes. Aunque esto es en ocasiones debido a la infraestructura o las mismas políticas institucionales, en algunos casos se debe también a la falta de comprensión de parte del docente de los grandes beneficios que el aprendizaje cooperativo podría suponer para la clase. En otros casos, incluso podría deberse a la falta de desconocimiento o al temor hacia este tipo de prácticas. Es cierto también que muchas veces las actividades colaborativas se reducen indicaciones generales de trabajo en equipo y los profesores temen también que no se distribuya el trabajo de manera equitativa entre los miembros de los grupos. No obstante, existen guías interesantes que podrían ayudar al profesorado en la inclusión de una didáctica más participativa e interactiva que permita asegurar un trabajo cooperativo en las actividades de aprendizaje en equipos.
Antes que nada, es importante recordar que trabajo en equipo no es lo mismo que trabajo cooperativo. El primero podríamos definirlo como cualquier actividad en donde varios estudiantes se juntan para realizar tareas o trabajos en conjunto. Se trata de una designación para los miembros del equipo y estos serán evaluados de la misma manera mediante el producto requerido. No obstante, aunque en algunos casos se puede dar la cooperación, es decir, que cada miembro del equipo aporte con algo, es cierto que en otros casos la carga de trabajo no siempre es equitativa y en ocasión el trabajo es nulo para ciertos miembros. Así, puede haber trabajo en equipo, pero sin cooperación de algunos miembros.
Por otra parte, el trabajo cooperativo supone un compromiso similar de cada miembro que integra el equipo, en donde existe una responsabilidad e interés completo por todos para que la tarea o trabajo se ejecute de la mejor manera posible. Se busca entonces que los miembros cooperen o hagan su parte sacando a relucir sus mejores competencias en aras de crear trabajos o proyectos que serían difíciles de realizar sin el aporte individual en el grupo. Johnson et al., (1999) distinguen 3 tipos de grupos para la clase: formales, informales y de base. En función de las características y necesidades de la práctica pedagógica, el docente puede decidir cuál se adapta de mejor manera a la actividad o el esquema de trabajo. Los formales pueden durar algunas horas o incluso semanas. Por ejemplo, toda una unidad de aprendizaje. Los informales son aquellos que duran algunos minutos y se utilizan para actividades pequeñas y los de base, pueden durar todo el curso escolar. Estos últimos ayudan a la cooperación y apoyo continuo entre los miembros durante todo el curso e incluso fuera de actividades precisas de aprendizaje.
Uno de los objetivos principales del aprendizaje cooperativo es que las creaciones grupales sean de mejor calidad que si estas fueran hechas de manera individual, se trata entonces de creaciones con mayor complejidad, entendida como un producto más integral, desarrollado, crítico y significativo, no como algo más grande o extenso. Como lo señala Ferreiro (2007) la cooperación se logra “cuando cada uno de los que integran el equipo percibe que puede lograr el objetivo si, y sólo si, todos trabajan juntos y cada cual aporta su parte” (p.7). Álvarez y Bassa (2013) consideran 3 elementos inherentes al Aprendizaje Cooperativo. El primero es la interactividad, como su nombre la indica, la cooperación supone interacción entre los miembros que integran los grupos. Esto conlleva al intercambio de ideas y a una autorregulación de los aprendizajes. Por su parte, la sincronicidad se refiere al beneficio de la respuesta inmediata en oposición a lo asíncrono. Finalmente, el tercero lo define Zañartu (2007) como “un proceso, por el cual dos o más personas intentan superficialmente o en conciencia, obtener consentimiento y acuerdos en relación a una idea, tarea o problema” (p.8). En resumen, esta práctica tiene como base la comunicación de los miembros y tiene como objetivo desarrollar responsabilidad de los participantes, pero también fomentar las habilidades interpersonales mediante la concesión.


Una vez estipuladas las nociones de base de la cooperación, hablemos ahora sobre la manera de asegurar que esta se desarrolle en los grupos. Aunque hay diferentes maneras de lograr que los miembros trabajen en conjunto para realizar las diferentes tareas, algunos autores han trabajado ya en guías que nos ayuden a implementar esta práctica educativa de manera efectiva. Los especialistas Johnson et al., (1999) consideran que hay cinco elementos básicos para fomentar la cooperación:
La interdependencia positiva significa que el éxito del grupo depende del trabajo de cada miembro, implicando a todos en la tarea. “Los miembros de un grupo deben tener en claro que los esfuerzos de cada integrante no sólo lo benefician a él mismo sino también a los demás miembros” (Johnson et al., 1999, p.9). Según Collazos y Mendoza (2006) se puede incidir en este aspecto mediante la distribución de recursos o creación de roles. Asimismo, la presencia de un enemigo común puede ayudar al compromiso de los miembros, el cual incide en la responsabilidad individual y grupal. Tanto el trabajo de cada persona como el del grupo es considerado para la valoración de la actividad.


Por otra parte, es importante que se utilice uno de los grandes beneficios de la práctica cooperativa. Se trata de la interacción de los miembros cara a cara. El hecho de tener este tipo de interacción puede favorecer la comunicación asertiva y la cooperación de los miembros mediante el reconocimiento de las acciones individuales del grupo, pero también del apoyo continuo. Aunado a lo anterior, es indispensable que se enseñen las técnicas interpersonales y de equipo. Como insiste Johnson et al., (1999) el profesorado debería capacitar a los estudiantes en los medios y maneras para trabajar cooperativamente de manera respetuosa y eficaz. La actividad cooperativa debería incluir momentos en donde los integrantes puedan defender sus puntos de vista respetuosamente, mantener la armonía, ceder la palabra, respetar opiniones diversas y buscar concesiones para lograr la meta. Estos elementos deberían ser parte del mismo currículo de la materia. Finalmente, es importante que durante la práctica el grupo tenga momentos de reflexión que les permitan esclarecer sus avances y las decisiones de los miembros para evaluar cuáles fueron productivas y cuáles deben replantearse. Consideramos que esta autoevaluación debería ser guiada por el profesor durante la actividad cooperativa, pero también al cierre de esta.
Para citar esta publicación en el formato APA Séptima Edición se recomienda la siguiente estructura:
Trejo González, H. (10 de marzo de 2025). El Aprendizaje cooperativo en el aula. Expreso Educativo. https://expresoeducativo.com/el-aprendizaje-cooperativo-en-el-aula
Referencias
Álvarez, G. y Bassa, L. (2013). TIC y aprendizaje colaborativo: el caso de un blog de aula para mejorar las habilidades de escritura de los estudiantes preuniversitarios. Revista de Universidad y Sociedad del Conocimiento, 10(2): 5-19. http://doi.dx.org/10.7238/rusc.v10i2.1740.
Collazos, C. y Mendoza, J. (2006). Cómo aprovechar el "aprendizaje colaborativo" en el aula. Educación y Educadores, 9 (2): 61-76.
Ferreiro, R. (2007). Aprendizaje cooperativo. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 9 (2).
Johnson, D. W., Johnson, R. T., & Holubec, E. J. (1999). El aprendizaje cooperativo en el aula (Vol. 4). Buenos Aires: Paidós.
Zañartu, L. (2007). Aprendizaje colaborativo: una nueva forma de Diálogo Interpersonal y en red. Revista digital de educación y nuevas tecnologías, 28.
"Se busca entonces que los miembros cooperen o hagan su parte sacando a relucir sus mejores competencias en aras de crear trabajos o proyectos que serían difíciles de realizar sin el aporte individual en el grupo"
Para concluir, recordemos que el aprendizaje cooperativo debería ser considerado como una práctica común en las clases, pues se promueve el desarrollo de habilidades sociales, la responsabilidad individual y grupal, pero también ayuda a fortalecer la comunicación del grupo. Además, de los grandes beneficios de la co-construcción de conocimientos entre pares, esta práctica quita algo de peso al docente en cuanto a la enseñanza en el supuesto rol de poseedor de los conocimientos y promueve un aprendizaje omnidireccional que conlleva también al aumento del interés de los estudiantes cuando se cuida la distribución del trabajo, la elección de los temas e incluso la creación de equipos. No obstante, es importante también señalar que la pertinencia del aprendizaje cooperativo requiere de tiempo de planeación de la actividad cooperativa para asegurar que los cinco elementos antes mencionados se implican y que tanto los materiales como las tareas y roles sean claros para todos los autores de la actividad didáctica.


Una vez estipuladas las nociones de base de la cooperación, hablemos ahora sobre la manera de asegurar que esta se desarrolle en los grupos. Aunque hay diferentes maneras de lograr que los miembros trabajen en conjunto para realizar las diferentes tareas, algunos autores han trabajado ya en guías que nos ayuden a implementar esta práctica educativa de manera efectiva. Los especialistas Johnson et al., (1999) consideran que hay cinco elementos básicos para fomentar la cooperación:
La interdependencia positiva significa que el éxito del grupo depende del trabajo de cada miembro, implicando a todos en la tarea. “Los miembros de un grupo deben tener en claro que los esfuerzos de cada integrante no sólo lo benefician a él mismo sino también a los demás miembros” (Johnson et al., 1999, p.9). Según Collazos y Mendoza (2006) se puede incidir en este aspecto mediante la distribución de recursos o creación de roles. Asimismo, la presencia de un enemigo común puede ayudar al compromiso de los miembros, el cual incide en la responsabilidad individual y grupal. Tanto el trabajo de cada persona como el del grupo es considerado para la valoración de la actividad.


Hugo Trejo (Autor)
Profesor e investigador universitario con interés particular en la innovación educativa.


Otras investigaciones:
Si quieres aprender más sobre este enfoque, te recomendamos las siguientes publicaciones científicas relacionadas con el aprendizaje cooperativo y su aplicación didáctica.
Domingo, J. (2008). El aprendizaje cooperativo. Cuadernos de trabajo social, 21, 231-246.
García, R., Traver, J. A., & Candela, I. (2001). Aprendizaje cooperativo. Fundamentos, características y técnicas. Madrid: CCS.
Johnson, D. W., & Johnson, R. T. (2015). La evaluación en el aprendizaje cooperativo. Ediciones SM España.
Sáez, F. T. (2002). Aprendizaje cooperativo para la enseñanza de la lengua. Publicaciones, 32, 147-162.
Slavin, R. E., & Johnson, R. T. (1999). Aprendizaje cooperativo: teoría, investigación y práctica. Buenos Aires: Aique.
Prenda, N. P. (2011). El aprendizaje cooperativo y sus ventajas en la educación intercultural. Hekademos: revista educativa digital, (8), 63-76.
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